Un Colegio que avanza hacia su meta de formar personas en continuas propuestas de mejora El colegio Diocesano Santo Domingo inicia el presente curso escolar tras el ejercicio de una autoevaluación que le ha llevado a perfilar de nuevo su plan estratégico para afrontar los dos próximos cursos. La meta permanente del Colegio es formar personas. Hoy es necesario “humanizar la educación”[1]; poner a la persona en el centro, transformarla para que pueda desarrollar sus actitudes profundas. Construir personas es despertar a cada alumno en su ser único más profundo y acompañarlo a la excelencia de su ser persona. Las líneas estratégicas diseñadas respaldan un itinerario educativo que contribuya a la construcción de una personalidad sólida en cada alumno que le garantice plena felicidad y desarrollo personal creciente. Las líneas trazadas responden a objetivos que dimanan de esta meta personalista del colegio: la cualificación del proceso de la inteligencia y la formación humana y espiritual de cada alumno. Novedad significativa es la reestructuración del organigrama que lleva a la involucración de los docentes en distintos grupos de mejora para renovar los distintos planes educativos, pastorales y de gestión en línea al carácter propio de nuestra escuela católica diocesana. Cualificar el proceso de la inteligencia En un nuevo contexto social se precisa ensanchar la inteligencia para asimilar críticamente la cultura y relacionar las ciencias, -esto es meta de la escuela católica-; para ello se requiere avanzar como en un continuo laboratorio educativo para responder a los retos actuales. Esto exige una acertada renovación metodológica, la revisión de programaciones y sistema de evaluación continua, la asimilación racional en la bondad que ofrecen las nuevas tecnologías, el fomento de la lectura para una mayor comprensión y expresión oral y escrita, el valor de los idiomas y el poder responder a las distintas necesidades especiales que se presentan. En una nueva era digital que sabiamente hay que utilizar Los riesgos del mundo digital[2]cuando se convierten en omnipresentes, desde los más niños hasta los adultos, no favorecen siempre la capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información. Problema hoy es la excesiva información sin formación; la verdadera sabiduría no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando, sino que es producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre personas. Los medios actuales permiten que nos comuniquemos sentimientos y afectos, pero también nos impiden tomar contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro, y con la complejidad de su experiencia personal. Hoy se nos exige educar en un uso crítico de las tecnologías y en clima educativo de auténticas relaciones humanas entre docentes, familia y alumnos. Construir personalidades sólidas en un proyecto personal guiado Cada alumno, cada docente ha de madurar continuamente como persona. Nuestro personalismo educativo activa los dinamismos de la persona para proyectar el ser manteniendo siempre el rumbo a pesar de las dificultades. Acompañar humana, intelectual y espiritualmente a cada alumno es el alma de nuestro proyecto educativo. Proponer metas altas y exigentes despierta a la persona y genera en ella las disposiciones de coger las riendas de su propia vida desarrollando las fortalezas, virtudes y valores que le hacen avanzar hacia la madurez adulta. Desde el curso 2011 iniciamos un camino renovado para ejercitar en los alumnos la elaboración de su propio proyecto personal de vida (PPV). Es una tarea de hondo calado pero que va dando frutos y signos de madurez en los alumnos que acaban sus estudios entre nosotros y que observamos se marchan portando los fundamentos del ser, la capacidad de conocerse a sí mismos y de situarse ante la realidad de su futuro; alumnos que no malogran sus capacidades sino que resistentes superan muchas adversidades y así adquieren la prudencia que les lleva a tomar las decisiones importantes para su vida en el campo intelectual, profesional, afectivo, familiar, social. La educación la vivimos como una “relación educativa” entre personas con una pedagogía que lleva a cada persona a transitar de la personalidad heredada y de la personalidad aprendida a la personalidad elegida[3]. Ordenar el amor, objetivo del año El amor como aspiración más profunda del espíritu ordena toda la persona. El ser humano no puede vivir sin amor, el amor es su vocación primera recibida como don de Dios, el hombre es creado por amor y para amar. La persona no se entiende sin verdadero amor y no se comprende sin la relación profunda con su Creador. El termino “amor” es una las palabras más usadas y de las que más se abusa en el mundo de hoy, es un término a menudo demasiado forzado y distorsionado. La experiencia nos hace experimentar que no todo lo que tiene apariencia de amor es verdadero, que no podemos aceptar como una verdad nada que carezca de amor. En este curso vamos a trabajar la fortaleza del amor: lo haremos interiorizando el contenido de lo específico del amor cristiano que es amar y dejarse amar. Amor que es entregar la vida de forma generosa, no buscando la propia satisfacción y posesión egoísta sino buscando siempre el bien del otro. El amor cristiano es el “mandamiento” que nos hace salir del yo cerrado y que aúna el amor a Dios y al prójimo. “Educar para amar -nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos-” va a ser nuestro lema, escogido de las palabras del testamento de Cristo en la sobremesa de la última cena (Jn 15,13), “los amó hasta el extremo” (Jn15,2). El amor verdadero ensancha la inteligencia, ordena los afectos y mueve los comportamientos de la persona hacia el bien el otro. Llevaremos en este curso el amor al ámbito intelectual para entender el estudio y la investigación también como ejercicio de amor para servir al bien común; al ámbito de la familia como el hábitat primero donde se madura y prueba la generosidad del amor; a las relaciones humanas que generan una sana convivencia; al cuidado, bondad y belleza del cuerpo sexuado de la persona en la que habita su alma; y a la auténtica vida espiritual cristiana que desarrolla la innata vida interior del encuentro con Dios. Este encuentro con Dios, que es amor, involucra a la persona para la construcción de un nuevo humanismo solidario, y para la transformación moral marcada por la justicia social que necesita el mundo que habitamos y respiramos. El amor es la meta y el origen de la persona, la prudencia es la organizadora que le enseña a decidir bien desde el amor. El amor unifica y armoniza todas las fortalezas, virtudes, valores de la persona. La educación requiere una sana atmósfera de educadores y de hogares familiares en consonancia El colegio católico Santo Domingo responde a la demanda de cientos de familias que lo eligen libremente para sus hijos, en él buscan un proyecto en consonancia con sus propios principios humanos, morales y cristianos. La verdadera educación la define el amor, -educar es un acto de amor, de entrega al bien del educando, de conducir y elevar al otro para que sea él mismo-. El amor define también al matrimonio y a la familia: la familia es una comunidad de personas que surge del matrimonio, en una unidad estable y definitiva, realizada por amor y abierta al don de la vida, un amor que se prueba y se madura con la comprensión, la espera, el perdón, el desprendimiento…, sin violencia interior, soportando todo. Alcanzar éxito en educación requiere unidad de familia y colegio en armonía de ideas y respeto a las normas. Superar fracasos educativos exige obediencia, disciplina y sentido de autoridad, sin estas no habrá verdadera educación. El momento actual frágil, permisivo y relativista en el que se borra el límite entre el bien y el mal, destruye al individuo, rompe la convivencia. La educación exige seguir un camino con esfuerzo, dominio de sí y superación; exige personas referentes, padres y maestros coherentes con el ejemplo de su vida pues no se puede exigir al otro lo que uno no ejercita. La convivencia exige el cumplimiento de normas que ayudan al encuentro de libertades y estimulan formas idóneas de comportamiento. Se educa la persona entera, su mente, sus afectos, sus comportamientos. Educar exige paciencia y comprensión, equilibrar justicia y misericordia. Un plan de formación permanente para los profesores y las distintas charlas a modo de escuela de padres ayudan cada año también a participar en el bien de nuestros alumnos. Con un horizonte relevante en el próximo curso Acontecimientos importantes viviremos este año: destacará la apertura de un año en que celebraremos de forma muy especial el 450 aniversario de la Bula de erección por parte del Papa San Pio V, que elevó nuestro Colegio a Universidad Pontificia en 1569. Será para nosotros momento para darle cuadratura al proyecto educativo en ciernes y para proyectar los próximos años de nuestra andadura. En manos de Dios En manos de Dios Padre, de Jesucristo, y de María Madre ponemos nuestro curso escolar, a ellos pedimos la gracia de avanzar en los buenos propósitos impulsados por la luz de la fe. Los hijos y alumnos nos han sido dados por el Creador y a Él los dirigimos. Unido a todo el equipo de dirección, profesores y personal José María Fernández-Corredor, Director Titular [1]Cfr. Educar al humanismo solidario. Congregación para la Educación Católica. Lineamenta. Roma 2017. [2]Cfr. Francisco. Laudato si, n. 47. [3]Cfr. Colegio Diocesano Santo Domingo. Proyecto educativo de centro. Tesis educativas y pedagógicas del Colegio. EXPLICACIÓN DEL CARTEL Autor: Francisco Jorge Mora, Profesor de Santo Domingo Para significar el amor cristiano el autor de nuestro cartel ha recurrido a un símbolo que, a priori, puede resultar un tópico: el corazón. Pero quiere vertebrar el concepto del amor cristiano. No se trata de un corazón al uso, ya que está formado por dos de nuestros alumnos. Ellos son el corazón de nuestro Colegio, la tierra en la que intentamos sembrar mediante nuestra acción docente y formativa. Hombre y mujer, diferentes pero iguales en dignidad, ambos imprescindibles para configurar ese corazón. Ese corazón no es egoísta, los alumnos no se miran a sí, éstos expanden la fuerza de ese amor hacia el exterior de sus vidas, el amor estalla hacia todo la creación. Dentro del corazón ha incluido elementos distintivos del amor que Jesucristo nos enseña y que es la fuente del esplendor en la vida cristiana. En el centro de ese corazón está Cristo hecho Eucaristía, signo y presencia del amor de Dios. No es un amor que da algo; Cristo se da a sí mismo: «Habiendo amado a los suyos…, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13). Jesús lo ha dado todo, sin reserva: ha dado su vida en la cruz y ha dado su cuerpo y su sangre en la Eucaristía. Esta es la medida con la que estamos llamados a amar también nosotros: dispuestos a dar la vida por los que trabajan con nosotros; dispuestos a dar la vida unos por otros, haciéndonos Eucaristía y sirviendo a los demás. En consecuencia, aparece en el cartel una imagen alusiva a la caridad, unas manos comparten el pan de cada día. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros ; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos mío: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 34-35). No se puede vivir la moral cristiana haciendo a un lado a la caridad. La vocación cristiana es al amor: el amor conyugal y la paternidad no podían quedar fuera de este cartel, aparece el ser humano vivo en el vientre materno. También las manos del sacerdote que hace la Eucaristía expresan su entrega a extender el amor. Aparece el libro abierto de la Palabra, ahí está el mandamiento del amor, todo consagrado es mensajero con el testimonio de su vida entregada a los más necesitados. Un rostro de hombre expresa la educación bajo la mirada del Maestro que mira el rostro de cada educando y le llama a cuidar el mundo, la casa común, mediante una ecología integral que integre las condiciones humanas y sociales como indica el Papa Francisco en la encíclica “Laudato si”. También aparece en un grupo de jóvenes la alegría de la amistad y de la fiesta, que es auténtica cuando hay amor, cuando hay bien y se da verdadero crecimiento. En las figuras de los alumnos se traslucen elementos del edificio del colegio, destacan en sus cabezas la imagen de la Sabiduría y de santo Tomás, reflejo de nuestra herencia histórica educativa. ]]>