Publicamos el lema de nuestra acción educativa para la acción tutorial y espiritual con la que el alumno construye su propio proyecto personal de vida. La familia es protagonista en esta tarea. Tiene que ser tarea también de los padres llevar a la conversación el contenido de esta filosofía de centro que nos distingue.
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5. Lema febrero Si no tengo Amor.
Si no tengo amor de nada me serviría
El mes pasado concluíamos afirmando que el Amar es el fin del pensar. Por este motivo a partir del mes de febrero abordaremos el análisis del Amor, de la Fortaleza para el Amor, pues es el fin último de toda persona y aún más para un cristiano.
San Pablo en su primera carta a los Corintios lo expresa así:
“Y si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; y si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría” (1 Corintios, 13, 3)
AMOR, una palabra preciosa y frecuentemente utilizada pero ¿conoces cuál es su verdadero significado y dimensión? Con el presente artículo queremos ayudarte a que te asomes a este concepto.
1. ÉL nos amó primero.
El verdadero amor ama el corazón del otro, su yo, la verdad de cada hombre.
Por tanto, a la hora de hablar del AMOR hemos de partir de una premisa: sólo podemos amar porque el hombre ha sido amado primero. Nadie puede dar lo que no tiene, por eso, primero hay que ser amado para poder amar después.
Dios nos ha creado y nos ha dado una identidad y quiere que seamos según la plenitud de esa identidad, de nuestro propio ser. Él nos amó primero. Y lo hizo con nuestra historia personal, de manera única porque así somos ante Dios y ante los demás, únicos e irrepetibles.
Cuando una persona quiere para otra el bien infinito, sólo puede querer que la otra persona tenga a Dios en su vida, porque solo Dios es la plenitud objetiva del bien, sólo Dios es el bien absoluto y el valor más elevado de nuestra vida, por eso, solo Dios puede colmar de bien el corazón del hombre. El amor hacia otra persona es el que nos mueve a actuar correctamente, a crecer como personas que buscan ser felices a toda costa. La gran fuerza moral del verdadero amor reside precisamente en ese deseo de felicidad, del verdadero bien para otra persona.
“No existe nadie que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama. Por tanto, no se nos invita a no amar, sino a elegir lo que vamos a amar. Pero, ¿qué vamos a elegir, a no ser que antes seamos elegidos nosotros? De hecho, no amamos si antes no somos amados”. San Agustín, Sermón 34, 1-3.
2. Verificadores del amor. No todo es Amor Verdadero
El amor es una virtud, un don de Dios. No se limita a la simpatía, no es una emoción o un sentimiento o mera sensualidad. No es el foco de nuestros afectos y sentimientos. El amor no es nunca una cosa hecha. Se va transformando fruto de la obra de la voluntad de las personas y de la Gracia de Dios. Por eso es importante ser educados en el amor para saber identificar correctamente aquello que nos conviene, que siempre habrá de ser algo elevado y rico. Aquello que nos construya como personas y nos aleje del vicio, de lo que no somos, de lo que nos hace mal y dice mal de nosotros mismos.
Un perro ladra externamente porque internamente es un perro. La persona actúa externamente como tal porque internamente está atravesada por el amor de Dios y por el amor de los demás. Por eso, la educación en el amor implica una serie de actos, en su mayor parte interiores, aunque exteriormente expresables, que emanan de la persona. Necesita de la integración del amor en la persona y entre las personas. Porque el amor compromete tu libertad y tu voluntad. Y esto no lleva a una minoración o empobrecimiento del ser, sino al contrario, a un enriquecimiento y a una expansión de la existencia de la persona. Sólo nos hacemos más y mejores personas cuando entregamos la vida, cuando nos damos a los demás. Y ejemplo de ello lo tenemos en tantas acciones solidarias en las que participamos en el colegio que nos hacen más personas y nos descubren como mejores personas.
El crecimiento del hombre como persona implica por esta razón, una andadura en el amor, su “ordo amoris”, la necesidad de establecer una jerarquía en el amor.
“El amor bien ordenado no ama lo que no debe, ni deja de amar lo que debe. No ama más lo que debe amar menos, ni ama menos lo que debe amar más”. San Agustín , Doctrina Cristiana 27.
Es importante por ello señalar distintos niveles en el amor con el fin de establecer un orden y no llevarnos a confusión cuando utilizamos la palabra amor o cuando queremos saber si estamos en presencia del Amor Verdadero. Hay que verificar el amor antes de declararlo a la persona amada y sobre todo antes de reconocer a ese amor como propia vocación y de comenzar a construir una vida sobre él.
Podemos distinguir cuatro niveles en las relaciones personales:
Primer nivel. Relación instrumental. Es el tipo de relación que tiene lugar cuando el otro nos sirve para conseguir un objetivo. Supone un trato muy superficial con las otras personas y generalmente es el que tenemos con personas que nos son desconocidas. Por ejemplo, cuando voy a la panadería a por pan. En principio no me interesa la persona, pues lo que necesito es el pan. Aunque he de valorar y respetar a la otra persona.
Segundo nivel. Simpatía. Consiste en una actitud positiva pero no excesivamente comprometida con las personas con las que tenemos un trato habitual pero sin que nos liguen relaciones especialmente fuertes. Es por ejemplo, el tipo de relación que podemos tener con nuestros compañeros de trabajo, de clase o conocidos. La frecuencia en el trato es la que inhibe la relación instrumental.
Tercer nivel. La amistad. Todos necesitamos tener amigos, personas con las que compartir nuestra vida que se preocupan por nosotros y nos quieran. Podríamos señalar como características de la amistad:
– En la amistad la comunicación y el diálogo son fluidos. Con los amigos se comparten proyectos, intereses, sentimientos, es decir, tu vida.
– Se quiere el bien del otro, no porque el amigo nos proporcione servicios, compañía o cualquier otro tipo de utilidad, sino por su bien. Esto significa que la amistad es un bien en sí mismo, algo que vale por sí y que no debe buscar otro fin o instrumentalizar. Esta actitud supondría degradarla o despreciarla.
– Exige reciprocidad. Necesita un intercambio con la otra persona.
Cuarto nivel. El amor verdadero. El amor verdadero es aquel supera la mera amistad. Es el tipo de amor que “deja ser” al otro que no busca un “ser para mí”. No es acaparamiento, ni pretende afirmarse a sí mismo sino a la persona amada. Es lo contrario al egoísmo y al utilitarismo, por ser generoso y desprendido. Es aquel que busca el bien del amado según la Verdad.
Podemos encontrar un buen ejemplo de amor verdadero al prójimo en la parábola del buen samaritano y es el propio entre padres e hijos y entre hermanos. (Lucas 10, 25-37).
Pero cuando ese amor se dirige de manera especialísima y en exclusiva a una sola persona tenemos el nivel más elevado del amor ya que implica el don de sí mismo y un compromiso.
Este amor que implica la propia donación al otro solo se entiende desde dos vías:
a) El celibato y la virginidad. Como ocurre con los sacerdotes, religiosos, religiosas y consagrados. Ellos se entregan en exclusiva a Dios como hombres y mujeres en un amor esponsal.
b) El matrimonio. Supone un acto libre de la voluntad en el que se emite un consentimiento por el que se unen hombre y mujer. De modo que cada uno de ellos es coposeedor del otro.
Es en esa exclusividad, alejada del utilitarismo y teniendo como valor la otra persona amada cuando cabe decirle “te amo, es decir, pongo tu bien por delante del mío, ordeno lo que tengo y lo que soy, lo que puedo llegar a ser y tener, a procurarte aquello que más te conviene.”
Por último, yo resumiría el amor en cuatro grandes indicadores que te pueden ayudar a reconocer qué amor tienes y te tienen tus padres y hermanos, tus amigos, y el amor que podamos tener hacia un chico o una chica que empieza a expresarse en los enamoramientos tempranos de la adolescencia y que va madurando poco a poco hasta llegar a nuestra juventud, y el amor solidario que puedas sentir por el resto de la humanidad.
San Pablo, 1 Corintios 13, 3-8a.
Y si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; y si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría. El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.
Preguntas para la reflexión:
- ¿Has pensado alguna vez cómo te ama Dios? ¿Te sientes amado por Él? ¿Cómo experimentas su amor en tu vida?
- ¿Buscas en tus relaciones personales el amor verdadero o te conformas con otro tipo de amor?
- ¿De qué tipo es tu amor a) en el trato con tus amigos, b) con tus padres,…?
- Señala verificadores del amor verdadero. Justifica tu respuesta. Pon ejemplos y situaciones de amor verdadero, que hayas vivido Tú o que te gustaría vivir.