Momentos profundos, abiertos siempre al Misterio.

Muchas gracias, amigos.

Me gustaría ir diciendo vuestros nombres, uno por uno en acción de gracias, estoy segura que Ana María los está presentando a Dios en el cielo: los nombres de profesores, alumnos, exalumnos, padres de familia, sacerdotes…, el de todo el personal del Colegio, de Hermanas Discípulas, familia, amigos…

La vida de Ana ha sido una continua acción de gracias. Estos últimos días en le hospital ha sido ejemplo, testimonio de entrega para todos. Ella quería que diésemos las gracias a todos, y nos iba enumerando al personal del hospital, a los compañeros del Colegio, a los niños, a los padres, … a todos.

 

 

El mejor regalo que recibimos, desde la fe y la esperanza en Cristo es que ella  nos espera en el cielo. Que va a interceder por cada uno para que nuestra vida sea un testimonio de amor, de constancia, de responsabilidad.

Entre lo que nos ha ido diciendo estos días pasados, refiriéndose a los profesores- decía: “que el mejor libro que podemos enseñar a los niños sea con la vida”. Hemos gozado tanto estos días con ella, a pesar del dolor y el sufrimiento…

Ana María se ha ido en el momento oportuno, no sé si ella había hecho un trato con el Señor, creo que sí y que lo convenció. Ayer, a la hora de la Eucaristía, a la hora de la fiesta, a la hora de  poderse encontrar en Jesús con cada uno de nosotros.

Gracias, Ana María, por haber hecho de tu vida una ofrenda constante y por haberla compartido con nosotros.

Gracias de todo corazón, a vosotros, a los que estáis presentes y a los que no pueden acompañarnos físicamente, por acompañarnos y ayudarnos con vuestro cariño y presencia a dar gracias a Dios por este don que ha sido su vida.

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