Nuestra profesora Conchita Pérez ha sido la pregonera de la Hermandad de El Lavatorio de Orihuela. El pasado domingo tercero del Adviento en el Monasterio de las Salesas de Orihuela fue el acto. Un grupo del colegio estuvo allí presente. Reproducimos el pregón:
– Reverendos : Padre Vicente y Padre Arturo.
– Presidente.
– Estimadas Monjas de la Visitación de Santa María.
– Distinguidas autoridades.
– Junta directiva.
– Apreciados cofrades y amigos.
– Mis compañeras.
– Querida familia de “El Lavatorio”.
¡Por dónde empezar cuando hay tanto que decir y tanto que agradecer!
¡Cómo expresar todos los sentimientos que este encargo, al que no pude renunciar, han provocado en mí!
Quisiera dar las gracias a mis padres. Ellos inculcaron en mis hermanos y en mi la Fe, y el amor que siempre han sentido por esta cofradía.
Agradecer a mi marido y mis hijos las tensiones y desvelos que en estos últimos días hemos compartido.
Y como no a la Junta, que confió en mí para pregonar la Esperanza que este tiempo de Adviento y la venida del Niño Jesús traerá a nuestros corazones.
Decir Lavatorio es hablar de mi ya lejana niñez. Recordar cuando con mis amigas, aguardaba impaciente cada Miércoles Santo el arreglo de los pasos en la iglesia de mi colegio, San Agustín.
Pero, en este día tan especial para todos, hablar de “El Lavatorio” es evocar a la Virgen, a Nuestra Señora de la Esperanza.
A ella me encomiendo y pido su intercesión para poder manifestaros, de manera clara y bella todo lo que mi corazón siente.
Tercer Domingo de Adviento. Domingo de Gaudete.
Espera y Gozo ¡Qué hermosa conjunción!
Dos palabras que resumen a la perfección el misterio del Adviento.
El motivo que hoy nos reúne. Esperar con alegría el nacimiento del hijo de Dios. La Expectación de María. Ella es quien inicia el Adviento y de ella aprendemos a esperar, a permanecer en estado de Expectación. A SER FIELES.
“Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tu eres entre las mujeres porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo”.
Desde el momento de la Anunciación en María empezó la Espera.
Llevaba al Hijo de Dios en su seno y esperaba tenerlo en sus brazos.
¿Qué madre no entiende esto?
Su espera no era egoísta, sabía que su hijo venía a salvar al mundo. Así la espera de la Madre, el Adviento de María, su Expectación, es también una mirada a la Esperanza.
¡Qué duro tuvo que ser para ti , Madre, mantener viva la Esperanza cuando llorabas a los pies de la Cruz!
Incluso en medio de la desolación del Sábado Santo guardaste en tu corazón la Buena nueva de la Resurrección, fuente y secreto de la verdadera Esperanza.
Ayúdanos , María , a hacer de este tiempo de Adviento una Espera eficaz que nos haga fuertes frente a las adversidades y nos enseñe a aceptar, como tú hiciste, las dificultades con Esperanza.
Que la esperanza de este tiempo impregne el resto del año y estimule en nosotros las actitudes de vigilancia y atención al Señor y al prójimo. Actitudes que son esenciales para la vida cristiana.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María! Porque de ti va a nacer el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.
María nos abre a la Esperanza, a un futuro pleno de alegría, y nos enseña que el camino para alcanzarlo es acoger en la Fe a su hijo, no perder nunca la amistad con Él y seguirlo todos los días.
Inmersos ya en el Año de la Fe me dirijo a ti María con particular devoción .A ti que reúnes y reflejas las supremas virtudes de la fe.
Nos diste a tu hijo y el encuentro con Él da un nuevo horizonte a nuestras vidas.
Que este Año de Fe sirva para renovar nuestra conversión al Señor y continuar el camino que iniciamos con el Bautismo. Que haga más fuerte y profunda nuestra relación con Cristo, tu hijo.
Madre de la Esperanza, de la Unidad, del Amor.
Llegaste a Orihuela en el año 95 y desde aquel 17 de Diciembre que tuvo lugar tu bendición, esta Iglesia de la Visitación ha sido tu casa.
Aquí venimos a suplicarte y a invocarte María, Señora de la O, para que en nuestro corazón nazca y crezca la Esperanza.
¡Oh clementísima!
¡Oh piadosa!
¡Oh dulce Virgen María!
Vida dulzura y Esperanza Nuestra.
¡En qué buenas manos te dejaron tus padrinos Ramón y Teresa!
Un recuerdo muy especial para ti, Ramón. Seguro que nos miras con cariño desde tu parcela de cielo. No te preocupes, descansa, estamos bien.
Ellos sabían bien lo que hacían. Las monjas Salesas cuidan de ti y te miman todo el año.
¡Qué honor tan grande el mío poder compartir con vosotras este entrañable acto!
Sabéis que siempre estaremos a vuestra entera disposición.
Gracias por vuestra oración permanente durante todos estos años.
Y en nuestra Esperanza llegamos a la Cuaresma.
El penúltimo sábado antes de Domingo de Ramos venimos a por ti.
¡Venga que nos vamos!
Todas las prisas y carreras previas a tu salida se tornan silencio y devoción cuando desde esta tu casa partimos hacia la Merced.
Ya te acercas a la puerta… esperas…
Una explosión de luz y color en cielo y los primeros compases del himno a ritmo de corneta y tambor anuncian tu salida.
Tu paso es firme y sereno, tu ropa sencilla, y así… con poco ruido, entre el silencio de tus fieles, y la escasa luz de sus candelas, llegamos a nuestro destino.
Y sigue la espera…
María siempre ejemplo de Espera y Esperanza aguarda la Resurreción de su hijo.
El miércoles salimos de nuevo.
Mostramos al pueblo tu rostro de dolor y Esperanza y Orihuela entera te acompaña en la pena.
De nuevo la expectación reina entre nosotros.
No queremos verte sola.
El mágico perfume del incienso que portan nuestros pebeteros impregna las calles y te abre paso.
El silencio se adueña, y sólo el toque del martillo que marca tu “levantá” y los aplausos que premian el sacrificio y el esfuerzo de tus pilares nos trasladan desde el cielo a la realidad otra vez.
Con paso firme y decidido, marcando el ritmo del “Adiós a la vida” de Tosca, te vemos partir escoltada por dos hileras de alumbrantes que callados caminan lentamente.
La emoción nos invade, las lagrimas inundan nuestros ojos y la Esperanza nuestro corazón… y rezamos… porque como ya dijo mi buena amiga M ª Dolores, “es imposible tenerte cerca y no rezar”.
Gracias María porque aceptaste con prontitud y sin titubeos la propuesta de Dios.
Gracias Madre porque nos diste a Cristo.
Gracias por tu testimonio de humildad y sencillez.
Gracias María por tu ejemplo de Esperanza.
Gracias Esperanza Nuestra por toda la Fe y Devoción que has despertado en nosotros.
Por toda la Fe y la Devoción que has traído a Orihuela.
Muchas gracias.
“En el cielo, tenemos
Una madre.
Y la Madre de Dios,
La madre del Hijo de Dios
Es nuestra Madre.
Ella nos cuida y
protege siempre.”
Muchas gracias a todos.
¡ Feliz Navidad !
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