En los días más grandes del calendario cristiano, los de la muerte y resurrección el Señor, nos felicitamos con el más profundo deseo de que la verdad de la fe que nos ilumina, resuene con fuerza en nuestro interior. Estamos en días para preguntarnos la verdad de las cosas, la verdad de los hombres, la verdad de Dios. Este acontecimiento de crisis que vivimos –crisis de salud, de economía, de soledad, de relaciones humanas, de obscuridad de fe-, nos tiene que hacer mejores y, cuando volvamos a la calle y al colegio, tendrán que haber cambiado algo nuestra forma de pensar, de amar y de actuar. La educación nos va a exigir mucho: afrontaremos su futuro con mucha más pasión todos los profesores, los padres y los alumnos, pues la educación nunca podrá ser un problema, sino la solución a los verdaderos problemas de la humanidad. La Pascua del Señor Resucitado nos mete en la esencia del cristianismo, en la comunión de vivir con Él, de vivir por Él. El amor con que el Señor nos ama en su pasión nos pide amar “como yo” os he amado”, pues “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. No se trata de que volvamos “a ser más buenos”, sino “que nuestro corazón se mueva por el suyo” para afrontar las dificultades y transformar todo en amor y esperanza. La Pascua es un paso, una auténtica transformación interior. ¡Feliz Pascua de Resurrección 2020! La familia educativa del Colegio Diocesano Santo Domingo de Orihuela, jueves santo 2020. Adjuntamos el Comunicado de la Congregación para la Educación Católica El tiempo que estamos viviendo, a causa de la propagación de la pandemia provocada por el Covid-19, es un tiempo al cual no estábamos preparados. Hemos sido arrastrados por un evento traumático, que llegó sin avisar y que creó una emergencia extraordinaria. Algunos luchan contra la muerte, otros contra el miedo, algunos han perdido el trabajo y otros, peor aún, han perdido a familiares y amigos. La dimensión de lo inesperado y de lo imprevisible ha ocupado el lugar de todas nuestras certezas. Esta pandemia ha evidenciado la fragilidad y las plagas de la sociedad: los pobres, los sin casa, los ancianos, los encarcelados, los desequilibrios sociales, los egoísmos individuales y nacionales. Y dentro de este black-out, que ha producido una profunda frenada de nuestra vida ordinaria y de la sociedad del tercer milenio, tenemos el deber de volver a sentir más en profundidad el sentido de la existencia, de encontrar el modo para recomenzar a vivir, partiendo de bases nuevas, aunque sabemos que no será igual que antes. Una indicación clara nos viene de la experiencia que el Papa Francisco nos ha hecho vivir con la oración de viernes, 27 de marzo de 2020 en San Pedro: hay que regresar con la memoria a la historia vivida entre Dios con los hombres y mujeres, custodiada por las tradiciones de nuestros pueblos, como nos ha mostrado el Papa ante el Crucifijo en una plaza desierta y azotada por la lluvia, para comprender de nuevo que esa muerte nos ha salvado y nos ha constituidos a todos hermanos. Surja de este icono extraordinario, que quedará para la historia, la energía espiritual para responder a la crisis de los muchos rostros que vivimos; sí, porque se trata de crisis personales, crisis de relaciones, para algunos también crisis de fe porque advierten la aparente lejanía de Dios, crisis de la comunidad, de un pueblo y de sus instituciones, crisis de la historia y del mundo. Frente a esta crisis y en el espíritu de una cuaresma, vivida este año en un modo excepcional, para el creyente existe la luz de la Pascua de resurrección. La muerte y la resurrección de Jesucristo abren una perspectiva de vida que no tendrá fin y que nos permite mirar con confianza y esperanza firme hacia el futuro. La Congregación para la Educación Católica desea expresar la propia cercanía y la voluntad de ánimo a todas las escuelas católicas, las facultades eclesiásticas y las universidades católicas; en particular, da las gracias a los directores, los rectores, los presidentes, los decanos, los docentes y al personal administrativo y de servicio que en estos meses están gestionando la grave fatiga, garantizando el desarrollo de las actividades escolares y académicas, a través de la modalidad a distancia para asegurar la continuidad y la “regular” conclusión del año académico en curso, como fue indicado en la Nota de la Congregación, relacionada con los exámenes y pruebas equivalentes en las Instituciones Académica Eclesiásticas (12 de marzo de 2020). También la UNESCO, teniendo en consideración en estos días las intervenciones necesarias para afrontar la grave situación de emergencia, ha retomado uno de los objetivos de la Agenda Education 2030, donde se pide “concebir sistemas educativos más resilientes y más reactivos a los conflictos, a los desórdenes sociales y a los riesgos naturales, de modo que la educación continúe funcionando en medio de situaciones de urgencia, durante los conflictos y en los períodos que a ellos se subsiguen”. Desgraciadamente, este evento repentino no ha concedido el tiempo para una adecuada preparación en todas las instituciones, de modo que se garantice la continuidad de las clases o se introduzcan las transformaciones necesarias para la educación a distancia. Igualmente, la crisis producida por la pandemia ha creado una emergencia grave no solo en las instituciones escolares y académicas, sino que también ha afectado directamente a las familias, la cuales, mientras desarrollan su propia labor, deben adaptarse a la necesidad de acompañar a los hijos que estudian en casa y no todas están dotadas de los relativos instrumentos informáticos y preparadas para afrontar la presencia continua de los hijos en casa. Ante esta serie de problemáticas, de la cual la primera es la salud y todas las precauciones que se adoptan para preservarla, se requiere ante todo responder a las exigencias inmediatas para concluir regularmente el año académico en curso. Pero, al mismo tiempo, es necesario considerar el hecho de que la situación actual podría prolongarse y que, por por lo tanto, hay que organizarse para el futuro y saber discernir las oportunidades que esta crisis nos ofrece. Mientras invitamos a permanecer atentos a cuanto los Ministerios competentes para las escuelas y para las universidades disponen para las instituciones educativas de cada país, pedimos a todos el acompañamiento y la seguridad de los niños y jóvenes, y afrontar con paciencia y con inteligencia y activa colaboración este momento especial por el tiempo que será necesario. A la comunidad de Éfeso, san Pablo escribió: “Así, pues mirad atentamente como vivís(…) aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos (…) llenaos más bien del Espíritu (…), dando gracias continuamente a Dios Padre,en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (cf. Ef 5,15-20). Esta crisis puede llegar a ser una ocasión para que las instituciones académicas católicas en todo el mundo confirmen el testimonio de la propia identidad y misión como comunidad de fe y de caridad. Con san Pablo os invitamos a renovar la fe en el Resucitado y a vivir en vigilia constante este tiempo, utilizando en el mejor modo posible los dones recibidos por Dios El deseo pascual que dirigimos a todos es el de renovar nuestra fe en el misterio-realidad de la resurrección del Hijo de Dios que da sentido e ilumina cada cosa. Esto nos impulsa a abrir nuestro corazón y nuestra mente a Dios y a los hermanos con fuerza y determinación, y a invertir nuestros talentos en este “tiempo presente”. Sí, porque al creyente no se le pide vivir una espiritualidad desencarnada y abstracta, sino adherirse a la realidad, la cual necesita ser invadida de luz, fraternidad, alegría y paz. ¡Feliz Pascua! Ciudad del Vaticano, 7 de abril de 2020 Giuseppe Card. VERSALDI, Prefecto Angelo Vincenzo ZANI, Arzobispo titular de Volturno, Secretario ]]>