La madrugada del 18 de abril emprendimos el camino hacia Italia. Si el equipaje era abundante, cuánto más la ilusión puesta en este viaje tan esperado durante meses y para muchos de los alumnos…años…
Resistimos estoicamente el temporal y el segundo día el sol nos daba la bienvenida. Venecia lucía sus mejores galas.
El viaje en góndola, indescriptible. Y la Celebración de la Eucaristía en la Cripta de San Marcos fue un verdadero regalo de Acción de Gracias que ningún viaje organizado ofrece. Muy emotiva la visita a la Basílica de San Antonio de Padua donde, con fervor, rezamos ante la tumba del santo. Y, en Bolonia, visitamos la Basílica de Santo Stefano, conocida como “las siete iglesias”.
En Pisa pusimos a prueba nuestro ingenio y conseguimos hacernos alguna foto donde ¡aparecía la torre recta! Fue un momento muy divertido.
Los trayectos en autobús los dedicamos a descansar, cantar, reír e ilustrarnos sobre aquellos monumentos que se percibían a lo lejos. También esos momentos hacen familia.
De Florencia, recordar nuestro paso por la Academia donde El David, este joven que venció al gigante Goliat, aparecía ante nuestros ojos con la magnificencia de un vencedor.
En nuestro quinto día de viaje llegamos a Asís, un pueblecito precioso en el que se respira esa paz y serenidad tan deseada por San Francisco. En su Basílica descendimos hacia la cripta, austera y despojada, donde reposa este santo valiente.
Llegamos a Roma y la majestuosidad de esta imponente ciudad te hace olvidar el cansancio acumulado. Visitamos las grandes Basílicas, y oramos ante los santos que en ellas reposan.
Y después, un riquísimo “gelatto” nos reconforta para viajar en el tiempo hacia la cuna del Imperio que se hace patente en nuestra visita al Coliseo, Foro, Panteón…
Despedimos el domingo con la celebración de la Eucaristía en la Basílica de los Santos Apóstoles.
Salimos el séptimo día hacia Pompeya, cerca de la ciudad divisamos el Vesubio, un volcán que todavía late… y que sepultó con sus cenizas esta ciudad que ahora visitamos. Volvemos a viajar en el tiempo, paseamos por una ciudad romana y podemos imaginar la vida en aquel lugar. Nos sorprende la vía de la Fortuna con sus pasos de peatones, las tiendas, las aceras con restos de mosaicos…
Parada para comer en Nápoles, ciudad que a pesar de su aspecto descuidado, encierra numerosos tesoros, el puerto, las callejuelas serpenteantes con gremios de artesanos… Y la pizza napolitana, memorable.
El octavo día visitamos la Ciudad del Vaticano. Nos adentramos en los museos y nuestro sentido de la vista se agudiza al máximo. No sabes hacia dónde dirigir la mirada, es todo tan hermoso… aparece allí la gran obra pictórica de Miguel Ángel, la Capilla Sixtina.
Último día, madrugamos para asistir a la Audiencia con el Papa Francisco. Un esfuerzo final para encontrar un buen sitio que nos permita verlo pasar lo más cerca posible y ¡lo conseguimos!
A su paso nos bendijo, y con esa bendición regresamos a España. Exhaustos, pero agradecidos a Dios por un viaje donde la espiritualidad, la cultura y la fraternidad se han aunado para ayudarnos a crecer como personas.
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